Judy at Carnegie Hall (Judy Garland, 1961) [DIRECTO]
CANCIÓN LIGERA CON FLAMA. La grabación de este concierto suponía la culminación del regreso a los escenarios de la artista después de que su adicción a las drogas y el alcohol la hubieran convertido en un mamífero enorme. Fue en 1960 cuando retomó su contacto con la música en directo, ya recuperada, para demostrar que no había perdido ni un ápice de su magnetismo ni de sus dotes interpretativas. La acogida por parte del público fue espectacular, y esto, unido al hecho de que Judy no era la persona más fiable para poder seguir la disciplina de horarios que requería un disco en estudio, animó a la compañía a registrarla en vivo en su máximo esplendor.
El lugar elegido, el mítico Carnegie Hall neoyorquino. La fecha, el 23 de abril de 1961. Una noche que, imagínense como sería, pasaría a ser conocida como "la noche más grande en la historia del mundo del espectáculo". ¿Exagerado? Pasen y vean antes de opinar, aunque ya les adelanto que, con todos los matices del mundo y con todas las precauciones que queramos, muy desencaminada no va semejante afirmación.
La banda calienta el ambiente con una obertura en la que ensartan tres de los temas más populares de la de Minnesota. Un calentamiento que prologó de manera superlativa el estallido de júbilo que significó el ver aparecer a la artista con una deliciosa "When You're Smiling (The Whole World Smiles With You)". Era tan solo el primer suspiro de un trayecto sin par por lo más rutilante de la canción norteamericana. Estándares de jazz y canciones de películas (suyas o no) constituyeron los ingredientes de un concierto, más que vibrante, tintineante, y más que brillante, rutilante. Un juego de sinónimos que queda estúpido ante tanta belleza, pero con el que quiero que se me entienda cuando digo que lo que pasó en este concierto fue algo de verdad especial.
Tampoco puedo negar el hecho de que se puede hacer largo y que más que otros requiere de una querencia por su estilo musical que no admite turisteos transversales. Pero por eso estamos ante algo tan especial, ¿no? Porque, y eso me gustaría enfatizarlo, este directo es uno de esos pocos que no serían lo mismo si hubieran sido grabados en un estudio. Parece una perogrullada, pero ¿cuántos discos en directo nos han dejado igual? ¿Cuántos nos han parecido grabaciones de estudio con público enlatado? Seguro que muchos, la mayoría, diría yo. Este tendrá sus fallos, pero desde luego esa tara no.
Si se encuentra el estado de ánimo y se dispone del tiempo necesario, la inmersión en la obra cumbre de la Garland va a devolvernos muchas satisfacciones. Que no es para todos los días ni para tenerlo de fondo, eso también. Un supuesto defecto que siempre acaba siendo la mayor virtud de nuestras obras más preciadas. Sí, si te preguntas qué demonios es el espectáculo, la respuesta sería: esto es.
★★★★☆
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