JAZZ ULTRATERRENO. Kamasi lo vuelve a hacer y crea un álbum con el gigantismo como leit motif. Empieza ya desde la vorágine con una "Lesanu" en la que conjura al Sun Ra más subterráneo y terrenal. Al más africano. Tanto es así, que si alguien había hablado de Fela Kuti al glosar las influencias de Washington, aquí habría que moverse un poco al este del continente para señalar directamente al ethio-jazz que facturaron titanes como Gétatchèw Mèkurya o Mulatu Astatke.
Un detallazo que te deja tiritando en sus casi diez minutos, pero nada más que el comienzo de una travesía jugosa y ecléctica hasta el paroxismo. Exactamente lo que esperamos del jazzman californiano, pero que no por ello debemos dejar de celebrar como el regalazo que supone. Un discazo gigantesco, sí, lo he dicho otra vez, en el que lo cósmico late con una fuerza inusitada, lo ritual se enrosca como nunca, y en el que se atreve a meter hip hop, así, sin tapujos, y a colaborar con un inconmensurable George Clinton, figura totémica que parece no tener fin.
Así, entre tanta brillantez y tanta voluptuosidad, esta hora y media escasa se pasa con poca pena y toneladas de gloria. Curiosamente, que la duración se haya reducido a la mitad desde su primera referencia oficial no es algo que haya que celebrar per se. Este último disco del californiano sigue estirándose y haciendo notar sus dimensiones en todo momento. Podría parecer que al lado de sus hermanos mayores nos iba a resultar mucho más liviano, y aunque algo sí que se nota, no sentimos el alivio de un álbum que se nos vaya volando ni que se disipe antes de que nos demos cuenta. Para disfrutar de este obrón sigue siendo necesario tener la disposición necesaria, sentarse y escuchar de manera activa y paciente. Eso sí, si encontramos ese estado de ánimo a la hora de enfrentarnos a él, vamos a disfrutar de un candidato firme a mejor disco del año y casi diría que de la década. Sí, en esos niveles nos movemos con Mr. Washington.
★★★★☆
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