ART ROCK. ¿Cómo venzo el pavor de la página en blanco mientras me enfrento a la osadía de glosar las glorias de un monumento como Horses? Sencillamente, no se puede, porque ni siquiera cuando acabe voy a sentir que he hecho justicia a una obra casi sobrehumana. Y aun así, me tiro al barro y con un "que sea lo que dios quiera" confío al menos en aliviar el ardor que me recorre en estos momentos. Un ardor que se repite con cada escucha de un disco irrepetible.
Un disco que derrocha insolencia. Desde esa portada en la que la Smith se enfrenta con su mirada, con su porte andrógino, a un mundo hecho, legislado y dominado por hombres. Porque no debemos olvidar que si este planeta pertenece al macho, en el rock mucho más. No es baladí por tanto el afirmar que Horses abrió más de una grieta en un status quo helado y preservado así desde tiempo inmemorial.
Muchas veces se ha llamado a Patti Smith "la sacerdotisa del punk", y este disco es el principal culpable de ello. Desde el mismo comienzo, con esa versión de "Gloria", tan memorable, y esas palabras, "jesus died for somebody's sins but not mine", la liturgia comienza con un pie en el asfalto y un dedo en las estrellas. Y lo mejor es que eso es solo el comienzo de una obra variada, multiforme y poética, preñada de palabras irrefrenables, sabias y excelsas hasta lo inenarrable.
"Land" merece un capítulo aparte. Es una suite de otros nueve minutos en la que se nos desgrana la historia de la violación de Johnny. Lo escabroso se nos muestra a través de los ojos de una persona traumatizada, un herido que busca protección en un viaje por el subconsciente para intentar escapar. Al final solo puede hacerlo con la ayuda de un cuchillo. No piensen que esto nos lo cuenta la Smith de una manera directa. No, la historia se deduce después de una lectura atenta y analítica de una letra llena de caballos, escaleras y mariposas y en la que se entrelaza de manera casi obscena la superficialidad de "Land of a Thousand Dances" (Chris Kenner). Sí, parece que Patti nos quería mostrar una forma diferente de "hacer el watusi". Toda una telaraña de electricidad que desemboca casi por necesidad en un remanso que sirve para aliviar los últimos coletazos de tensión. "Elegie" se erige en el perfecto panegírico para Johnny, para el disco y para todos los que quedaron en el camino.
Horses es un disco irrepetible, porque hoy no se dan las circunstancias para que pudiera ver la luz. Bueno, por eso, y porque encontrar hoy en día alguien con el talento de la Patti Smith del 75 es una utopía. El disco surgió como respuesta a un momento histórico turbio en el que los cambios sociales se empezaban a reclamar. La cultura para las élites iba a sufrir un puñetazo con el surgimiento del punk. Y de esto último tuvo mucha culpa una mujer que se metió donde nadie la llamaba. Una mujer armada con los salivazos malditos de Rimbaud, la actitud emprendedora y bohemia del Bob Dylan eléctrico, el ritmo entrecortado de los mejores Stones y el aura mítica de Jim Morrison. Una mujer que nos mira desde la portada, con esa foto increíble de Robert Mapplethorpe, aguantando la mirada con esa insolencia de la que hablábamos. Con la insolencia del que sabe que lo tiene y no piensa callarse la boquita. Y así lleva casi cinco décadas: derrochando amor.
Que esto era algo más que el escupitajo directo del punk queda claro con el abanico de influencias que maneja la Smith. Desde Arthur Rimbaud hasta el psicoanalista austriaco Wilhelm Reich (protagonista de "Birdland" a través de los ojos de su hijo), todos tienen cabida en el disco.
Aparte del trabajo sudoroso y primitivo de la Patti Smith Band, el disco también se beneficia de la participación de Tom Verlaine (Television) y Allen Lanier (Blue Oÿster Cult) en las guitarras de algunos temas. Sin olvidar la producción cruda y directa de John Cale. Sin duda, como se vería en momentos posteriores, la conjunción de todos estos astros creó este momento irrepetible.
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