FOLK VINTAGE. Está claro que hay un avance en este segundo disco de la Holland. En producción, instrumentaciones y complejidad en general. Si tuviera que definir la que para muchos seguidores es la obra maestra de la tejana con una frase, diría que suena como si Billie Holiday tratara de cantar los blues de Bessie Smith. O de Ma Rainey, que tampoco son esto matemáticas.
También parece que se ha cortado un poquito con la duración de las canciones. No mucho, pero sí lo suficiente como para que percibamos que empieza a ponerlas por encima de esa necesidad imperiosa de soltar todo lo que nos tiene que contar a toda costa.
Todo esto, junto a una intención más que evidente y decidida por sonar antigua, cosa que le salía sola en el disco anterior aunque solo fuera por la escasez de medios, hacen de este segundo esfuerzo un álbum hermoso y evocador. Posiblemente la destilación máxima de sus habilidades, la horma sobre la que armar toda su discografía, y su disco más importante. No sé si el mejor, parece que eso lo tienen más claro sus seguidores más acérrimos, pero su potencia está fuera de toda duda y te golpea en cuanto esas trompetas beodas te arrancan de lo que estés haciendo para llevarte bien lejos en el espacio y sobre todo en el tiempo.
Es en esos momentos, en los que no sabemos en qué año vivimos o en los que Jolie se deja de engolamientos excesivos para acompañar con su voz a una sencilla guitarra acústica en los que volvemos a creer y a darnos cuenta de que estamos ante una intérprete mayúscula. Porque para ser un portento vocal no hay que tener un rango inalcanzable. Basta con saber usar tu instrumento con este nivel de perfección. Que tampoco es que sea suficiente para construir un gran disco. Y es que a veces el brillito nos distrae, nos entretiene e incluso nos maravilla, pero ¿qué pasa cuando después, pasado ese momento, no podemos recordar más que dos o tres canciones?
★★★☆☆
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