lunes, 7 de mayo de 2012

"A legend is an old man with a cane known for what he used to do. I'm still doing it.”

Miles Davis (1926-1991), una leyenda negada a la oxidación y en búsqueda constante, ha sido una de las figuras más importantes del jazz y la música popular. Un coloso sin parangón en cuanto a experimentar y abrir fronteras que parecían cerradas a cal y canto. Se inició en la música con el hálito vital que le insuflaron los grandes del género como Dizzy Gillespie o Louis Armstrong. De ellos cogió la elegancia melódica, mientras que de demiurgos como Charlie Parker parece que heredó la vertiente improvisadora y salvaje. Eligió la trompeta. Y demostró con ello que podía ofrecer sonidos y atmósferas inalcanzables para (casi) cualquiera. Ya lo ha dicho alguien antes, cuando Miles toca te imaginas que estás solo, flotando en un iceberg en la Antártida.

Davis nació en el estado de Illinois y sus primeros pasos discográficos se iniciaron en los primeros 50, cuando arreciaba el bebop y la improvisación salvaje. Pronto pasó a la suavidad del cool jazz y experimentó con los entresijos del jazz modal. Escalas para la improvisación en lugar de acordes que resultaba en un sonido más cálido, calmado y nocturno con drones elásticos y soplidos extáticos que elevaban al oyente de forma pausada y continuada. De esta etapa surgieron algunas de sus obras clave. De entre todas destaca el que puede ser su disco más querido e importante. Una joya llamada Kind of Blue (1959). Esta etapa plácida pero nada complaciente se prolongó a lo largo de los 60 con joyas como Sketches of Spain (1960) o Nefertiti (1967).

Y tras la calma, por supuesto, estalló la tormenta. Davis nunca ocultó su querencia por los sonidos negros más radicales que estaban poniendo el mundo patas arriba. James Brown, Sly Stone y Jimi Hendrix serían claves para entender el siguiente paso del trompetista. Electricidad infecciosa, bases funk/rock y wah-wahs diabólicos empezaron a poblar los discos de los 70. Obras tan capitales y absolutamente eternas como In a Silent Way (1969) o Bitches Brew (1970) conjugaban una expresividad torrencial y una ausencia de limitaciones bestial. A estas les siguieron una tanda de grabaciones en directo en formato doble extenuantes y excesivas. Un momento de ardor que para el oyente resultaba tan jugoso como imposible de abarcar.

Después de esto, en la etapa de madurez, nos encontramos de todo, aunque en general se aprecia un bajón importante como no podía ser de otra forma. Miles lo había dado todo y más. Se atrevió y salió victorioso en casi todo lo que se propuso y nos legó para la posteridad un canon inigualable por cantidad y, sobre todo, calidad. Un buen puñado de obras maestras y una actitud sincera e irreductible. Música muy fuerte. En todos los sentidos.

3 básicos

A Kind of Blue ***** (1959)
La seda tersa en el momento cumbre del cool. Un disco mítico por lo que significó para el futuro de la música pero también, y conviene no olvidarlo, por la conjunción astral de unos músicos apabullantes unidos en una fuerza común, vibrante y directa a las estrellas. Inagotable.

In a Silent Way ****1/2 (1969)
La revolución eléctrica con los primeros postulados de ese maestro de ceremonias que fue Joe Zawinul. Dos temas largos para completar un tratado de excitación progresiva y latente en el que la atmósfera se crea viciando el sonido y retorciendo los acordes. Grande y rotundo.


Bitches Brew ***** (1971)
La brutalidad del funk/rock disimulado aún pero que se infiltra en unas improvisaciones mayestáticas. Zawinul está en pleno apogeo aquí. Como también un guitarrista joven pero para nada inexperto llamado John McLaughlin. ¿Les suena? Miles gobierna una nave en llamas directa hacia el Estigia y sabe delegar cuando es necesario en una lucha sin prisioneros. Insaciable.

El mejor tema

Entre tanta joya y tanto sonido devastador me quedo, no sin cosilla por los demás, con "All Blues", un temazo de 11 minutejos que se infla como un globo de manera progresiva y sin llegar a estallar para que acabemos flotando en el éter agarrados a su cuerda. La trompeta de Davis suena aquí expresiva y cálida como nunca (o como siempre) y la banda que acompaña es la de ese disco hecho en el cielo al que pertenece el tema. John Coltrane, John "Cannonball" Adderley, Bill Evans, Jimmy Cobb... estos son los nombres más destacados en un tema histórico dentro de un disco que hizo historia.

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