VERSIONES VIPERINAS. Una Galás torrencial se saca de la manga dos discos dobles de enfoque diferente en 2003. Uno fue esta grabación en directo donde la cantante rinde pleitesía al blues, al jazz y a las músicas de raíz de sus EE.UU:. Para ello confronta su voz, ese alarido glacial con los sonidos más negros y el resultado, efectivamente, hiela la sangre. Algunos sospechábamos que la grecoamericana se llevaba más que bien con estas músicas, pero esto no sólo lo confirma, sino que reduce a cenizas cualquier duda y nos la muestra como una de las mejores blueswomen que hayamos escuchado.
A veces alarga las notas en demasía, el acompañamiento es espartano hasta más no poder (un piano y poco más), pero todo esto juega a su favor. En este combate cuerpo a cuerpo, su voz y sus dedos triunfan, y lo hacen porque Diamanda sabe de sangre, de asesinatos y de ese dolor profundo que se clava como una daga. Ingredientes todos ellos fundamentales para sonar creíble, pero que necesitan de algo más para sonar arrebatadora, un algo más que la Galás derrocha a manos llenas. Lo llaman duende, dotes artísticas, dominio escénico... Lo llamen como lo llamen, aquí está, en un disco atípico para la dama oscura, un falso entretenimiento que acaba teniendo más enjundia de la esperada. Disfrútenlo, no hay muchas ocasiones para deleitarse con Diamanda Galás en modo mainstream.
★★★★☆
PANEGÍRICO. Un nuevo disco en directo que registra la performance descarnada que creó Diamanda Galás para rememorar y atacar los genocidios que los turcos llevaron a cabo en Armenia, Asiria y Grecia en las dos primeras décadas del siglo XX. Unos crímenes que quedaron enterrados pronto en el olvido y que merecen ser aireados. Una labor de justicia, de nuevo, llevada a cabo con el compromiso y la entrega que siempre demuestra la grecoamericana.
Este disco doble salió a la vez que "La Serpenta canta" (2003), una inmersión en el blues, mucho más ortodoxa y digerible que este ejercicio vocal, donde se deja acompañar por el piano y un puñado de drones y efectos electrónicos. Nada más que arrope esa voz brutal que lanza soflamas en mil idiomas construyendo una Torre de Babel que amenaza a los poderosos en sus alturas inalcanzables.
Diamanda vuelve a jugar con fuego y a deleitar a todo aquel con la paciencia y la curiosidad necesarias para disfrutar de una obra de arte más allá de lo convencional. Aunque no entendamos el 80% de lo que dice la Galás a lo largo de estos casi 100 minutos de aquelarre, es muy fácil sentir de qué va todo esto. De fuego, cadáveres y asesinatos en masa. De sufrimiento y redención. El título se refiere a las tablillas de maldiciones con las que se pedía venganza a los dioses en el mundo grecorromano. Posteriormente pasaron a ser inscripciones de advertencia colocadas en las tumbas por los familiares. Con esta temática en mente, Galás se convierte aquí en la guardiana de la cripta, en la esfinge protectora y en el instrumento mortífero de la venganza no consumada de todo un pueblo enterrado por la tierra y una historia siempre en manos de los vencedores.
No vais a disfrutar de este disco, pero esa no es su pretensión. Esta música está hecha para la meditación. Entre sus capas de música sacra y eyaculaciones paganas, podremos sucumbir ante el poder y la gloria del sacrificio, la veneración de algo tan inasible y necesario como la memoria. No es para todos los días, pero qué falta hace.
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