Cosmogramma (Flying Lotus, 2010)
JAZZ ELECTRÓNICO. Si alguien ha conseguido acercarse a hacer jazz con un portátil, ese es sin duda Steven Ellison. Y no es de extrañar, cuando lleva el gusto inconmensurable de todo un J Dilla en el corazón y la trascendencia mística de su tía abuela Alice Coltrane en las venas. Pero aun así, no se me antoja nada fácil lo que consigue con su tercer disco. Y es que en su vibración sintética transmite la misma emoción tórrida y turgente del mejor bebop.En esto de la electrónica, como en todo, o se tiene o no se tiene. Y FlyLo lo tiene en grandes dosis. Todo este borbotón no es algo derivativo ni facilón. Enseguida nos damos cuenta de que estamos ante algo que no se escucha a menudo. Algo único. Ya sea IDM, hip hop instrumental o nu jazz, lo que nos cuela el angelino es original, vertiginoso, vaporoso, terso, suave y totalmente rompedor. Todo a la vez, mutando de una sensación a otra continuamente en un fluido que no se detiene, como el delicado engarce entre los temas. Apenas se percibe.
¿Y por qué suena esto tanto a jazz sin serlo realmente? El hecho de que esté grabado usando un portátil, un sampler y una drum machine más instrumentos orgánicos ayuda. Y sobre todo, el secreto del pastel lo encuentro en cómo Ellison lo ha integrado todo, lo digital y lo humano, hasta dar con un todo sensual y de un poder de evocación espectacular. Sin olvidar la multitud de homenajes, velados o no, que pululan por todo el disco. De su tía abuela ("Drips / Auntie's Harp") a Sun Ra ("Arkestry"), de George Clinton ("Do the Astral Plane") a Charles Mingus ("Mmmmmh"), la cantidad de referencias es tan evidente como poco obvia.
No hay más que probar con la segunda pista, "Pickled!", para entender por qué esto se puede llamar jazz futurista, jazz espacial o mil cosas más. Con la barbaridad que se marca Thundercat al bajo ya hay más que de sobra para querer más. Solo un ejemplo al que habría que añadir las colaboraciones estelares de Thom Yorke y Laura Darlington a la voz y de un colosal Ravi Coltrane, que ata los cabos del influjo de una saga familiar que podría ser una losa, pero de la que Flying Lotus saca siempre lo mejor. Y hace bueno eso de que es el "Hendrix de su generación". Con una increíble ópera espacial que ha venido para quedarse ad eternum.
★★★★☆
Lo realmente chocante para él fue comprobar que dicha palabra existía y que se refería tanto al estudio del universo como el del cielo y el infierno. Casi nada. Con todas esas conexiones, como para no usarla para titular un disco tan hechizante.
La portada, por cierto, está sacada de "Codex Tor", una obra de Leigh McCloskey compuesta por dibujos y pinturas de carácter geométrico, y es tan evocadora y hermosa como pertinente para envolver un disco que pretende encapsular el alba, el crepúsculo y el rastro lechoso de todas las constelaciones.
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