POST-PUNK. Fontaines D.C. celebran su éxito masivo dentro de la música alternativa con un concierto que les sirve de reafirmación en sus postulados, a la vez que solidifica su compromiso con su tierra, una Irlanda y una Dublín que tienen en la prisión de Kilmainham a uno de sus símbolos más dolorosos y potentes. Toda una referencia si hablamos de identidad, lucha y sufrimiento, tres sustantivos unidos inextricablemente a la historia de este pueblo.
Así, en un movimiento de una inteligencia mayúscula, los dublineses graban un directo en este monumento a la crueldad. Lo hacen sin público, con su música rebotando en unas paredes cargadas de silencio y dolor. Con ello pretenden conseguir varias cosas a la vez. A saber, limpiar la pena negra de esos muros e imbuirse de la autenticidad de toda esa verdad desgarrada, algo que más de uno podría echar en falta en la propuesta de Fontaines D.C.
Todo esto redunda en una obra espectacular en lo sónico y perfecta en su hieratismo. Un festín que celebra sin medias tintas la potencia de sus dos primeros álbumes. No es de extrañar que en el repertorio gane el primero, mucho más efectivo en estos lances, pero lo que ofrecen del segundo apabulla con igual eficacia. Una eficacia que ya encontrábamos en las grabaciones de estudio, las cuales no puedo decir que queden por debajo de estas.
Y ahí empiezan las taras de un disco que no aporta nada al canon de los irlandeses. Porque nace después de tan solo dos obras en estudio, porque fusila los arreglos de manera tan certera como fría, y porque simplemente busca la enhorabuena del "qué bien sonáis" sin ánimo ni de sorprender ni de crear. Motivos de peso para no hacer de esto ninguna panacea salvo, reconozcámoslo, en el ámbito de esos recopilatorios con los que meterse entre pecho y espalda lo mejor de un grupo en un minutaje razonable. Ahí sí cumple, pero para mí, por mucho que lo goce, no es suficiente.
★★★☆☆
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