Fear of the Dark (Iron Maiden, 1992)
HEAVY METAL. A pesar de lo mal que les había ido, repitieron localización a la hora de grabar la continuación del muy discutido No Prayer for the Dying (1990). La diferencia es que el granero de Steve Harris se acondicionó como estudio propiamente dicho en lugar de usar el archifamoso Rolling Stones Mobile Studio. El resultado fue una mejora en la pegada de un disco que también se beneficia de una escritura bastante más sólida si la comparamos con su predecesor.
Parabienes que se truncan por la manía de rellenar la capacidad del CD acercándose a la hora de música sin motivo ni necesidad. El cuarteto formado por "The Fugitive", "The Apparition", "Judas Be My Guide" y "Weekend Warrior" desluce una obra que parecía que iba a ser una despedida gloriosa para un Bruce Dickinson, que lo dejaría para volver en el 2000 con Brave New World. El daño se antoja irreparable a pesar de los momentazos que tiene, que habría que señalarlos también.
Para empezar, la apertura con la casi thrash "Be Quick or Be Dead"; "From Here to Eternity" y "Chains of Misery" apelan al coreado juliganesco con efectividad; en "Wasting Love" y más aún en "Afraid to Shoot Strangers" cambian el prog rock alambicado por la grandiosidad de la música clásica con unos arreglos sacados del barroco como si Bach se los hubiera escrito; y por último está la canción titular, otra de esas épicas grandilocuentes marca de la casa que se convirtió rápidamente en una de las favoritas de la afición.
En resumen, un disco que culmina una época y en el que la mayoría ven el principio de la decadencia del grupo, cosa que rubrico y que me hace dejarlo aquí, como Bruce Dickinson, aunque en mi caso, me temo, para no volver.
★★★☆☆
Este disco siempre me traerá a la mente mis primeros contactos con el rock duro. Tiempos de feria y gitaneo en los que tontear con el peligro de escuchar alguna cinta mal grabada de este grupo o de Metallica era algo realmente peligroso.
Escondido en mi habitación, las sensaciones de culpa y de gozo se entremezclaban y coleaban mientras trataba de decidir si realmente me gustaba esto o era demasiado oscuro y agresivo para mí. Porque puede parecer mentira, pero en esos días cosas como la portada de este álbum me parecían de lo más tétrico.
Hoy, perdida esa inocencia, como mucho puedo relacionarla con Tim Burton y sus alrededores, con cosas tan aterradoras como entrañables. Con Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993). Y no puedo decir que pierda con ese cambio.
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