À l'Olympia (Jacques Brel, 1962)
CHANSON. En su primera grabación en directo Jacques Brel ya deja constancia de su fama legendaria sobre el escenario. En una interpretación inflamada da buena cuenta de un repertorio basado en su más reciente disco de estudio, el sexto ya, lo que demuestra que lejos de acusar el desgaste, el belga se encontraba en la cúspide de su poder.
Y eso se nota. En su entrega, en ese meterse en la canción hasta que los dos son uno, en ese derroche de energía que hace que esto parezca la versión punk de la chanson, pero sobre todo en esa capacidad sobrehumana para reposar el tempo y repensarse las palabras cuando llegan los momentos más lentos y profundos, los auténticos hitos de un directo, eso, en carne viva.
Será por todo eso y por mucho más que no llego a explicar. Por algo debe ser que este disco esté tan lleno de verdad, de misterio, de drama y de todo lo inextricable que serpentea en eso tan fortuito y azaroso que es el existir. Será, porque si no, no me cabe en la cabeza.
★★★★☆
Poco se puede añadir de la relación de los grandes de la chanson con el Olympia parisino. Una retroalimentación capaz de convertir en gigantes a unos y en templo sagrado al otro. Esto no es más que un ejemplo de los muchos en los que los artistas se han rendido a un público más que entregado.
No digo que sea el mejor (el propio Brel se superaría tres años después), pero sí que es uno de los registros más memorables. Un ejemplo cuasi perfecto de lo que es mimetizarse con el entorno hasta que no se sabe dónde termina el artista y comienza el terciopelo y la madera. El teatro humano en su máxima expresión.
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