BOSSA NOVA. Entre el baño de masas y la maniobra de renovación forzosa, João Gilberto se alía con lo más granado de esa tropicália que había puesto el país y medio mundo patas arriba hacía algo más de una década con su nuevo concepto de lo que debía ser una música brasileña en la que cabía el jazz, cosa ya sabida de antes, pero también el rock, el pop y la psicodelia.
Y todo esto no significa que Gilberto, todo un ídolo para estos artistas, se embadurne de toda esa locura. Más bien utiliza las voces, literalmente, y el peso específico de unos artistas que seguían en la cresta de la ola para reafirmarse en sus postulados y entregar una obra concisa, clara y de una potencia arrebatadora. No hay más que prestar atención a las notas con las que se abre, las de una "Aquarela do Brasil" que está entre las canciones más queridas y populares del país en toda su historia. Un auténtico himno oficioso de la República amazónica.
Otra cosa puede ser ese "Disse alguém" que no es más que una versión en portugués del estándar "All of Me". Poca cosa que llevarse a la oreja más allá de la curiosidad. Es después de esta cuando volvemos a deleitarnos en el festín de unos ritmos más saltarines de lo normal para Gilberto. Un grupo de canciones infecciosas a las que es prácticamente imposible no prestar nuestra atención. Un grupo de canciones al que le viene que ni pintada la nueva savia proporcionada por esa nueva generación a través de sus voces y su actitud.
En resumen, otra obra capital que añadir al abultado currículum del juazeirense. Un álbum que no busca innovar y que ofrece lecturas de temas escritos en 1939 o 1977. Clásicos releídos con una gracia excelsa por un grupo de artistas enamorados de la música, los cuales se convertirían en auténticos titanes si es que no lo eran ya. Un álbum, en definitiva, tocado por la gracia y que se esfuma en menos de media hora sin que te enteres.
★★★★☆
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