
Congotronics (Konono Nº 1, 2004)
CONGOTRÓNICA. A veces las propuestas más contaminadas acaban siendo las más puras. Quién lo iba a decir cuando esta banda empezó a juguetear a mediados de los 60 amplificando un instrumento tan sagrado para los congoleños como el likembe, piano de pulgar, para hacer así que su sonido se impusiera en la ruidosa Kinshasa que los vio nacer. No se puede decir que esta maniobra estuviera exenta de polémica frente a una tradición siempre atenta para amputar cualquier conato de disidencia.
Ahí podría haberse quedado la aventura de Mingedi Mawangu, cabeza pensante y miembro fundador de un grupo del que poco o nada se supo hasta principios del siglo XXI, cuando fueron descubiertos y relanzados por Vincent Kenis, que los convenció para que se metieran en el estudio a grabar un disco destinado a cambiar para siempre la percepción de los sonidos africanos que el oyente casual siempre había tenido.
Porque, volviendo al inicio, lo que hacen aquí Konono Nº 1, que no deja de ser lo que siempre habían hecho, no es sino ponerle un altavoz a sus ancestros para aventar con rabia y gozo las raíces más crudas de la música africana. Puede que suenen metálicos, pero en el meollo cruje la madera y se deshacen los terrones de arcilla. Quizás parezcan los más cosmopolitas del mundo, pero en el fondo no dejan de ser los guardianes más férreos de la tradición. A veces suenan eufóricamente brasileños, pero enseguida quedan envueltos en pesadas capas de oscuridad selvática. ¿Que tienen un filo industrial casi centroeuropeo? ¿No lo estarás confundiendo con los aires ancestrales del terruño?
En esas coordenadas se mueven Konono Nº 1. En una deliciosa indefinición que los hace imposibles de atrapar y a partir de la cual consiguieron grabar una obra perdurable y de alcance internacional sin renunciar a sus señas de identidad y sin pervertir un sonido que, quítenle todas las lascas metálicas y todos los cables pelados, suena a África por los cuatro costados. Sin adulterar y sin buscar complacer nuestros poco entrenados oídos. En un ataque sin piedad a base de repetición masiva hasta alcanzar la hipnosis más narcótica. Extenuante, puede ser, pero increíble, sobre todo, increíble.
★★★★☆
Total: 50:58

Eso no significa que no hubieran hecho cosas antes. Aparte de ser una orquesta reputadísima en las tórridas e interminables noches de Kinshasa, grabaron un tema en 1978 para el disco conjunto Zaïre, musiques urbaines à Kinshasa (1978). La pieza en cuestión es "Mungua - Muanga", y aunque la grabaron bajo el apelativo de Orchestre Tout Puissant Likembé Konono Nº 1, ya contiene las señas de identidad del combo que conoceríamos casi treinta años después.
Esta jam primeriza ya puede considerarse uno de sus grandes hitos. Una pieza de veintiséis minutos en la que el likembe suena a auténtico cable pelado. Un ruido terroso y metálico a la vez que da chispazos en medio de la noche y el sudor. Una canción que recoge como ninguna en su repertorio el ardor, los olores y el bullicio indescriptible de la ciudad a la que han puesto banda sonora como nadie. Un auténtico mantra redentor capaz de volarte la tapa de los sesos si te pilla con la actitud adecuada.
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