ROCK. El inglés roto. Relaciones rotas por la falta de comunicación que desembocan en guerra. También un toque de atención a las conciencias y un ejercicio de autocrítica. No le echéis la culpa a los rusos ni a los alemanes. Las guerras se hablan en inglés roto. El inglés roto de las arengas políticas que enardecen al pueblo. El de los alaridos de los heridos y los muertos. El argot lleno de errores gramaticales que se expone en novelas como The Red Badge of Courage (Stephen Crane, 1895). El lenguaje de la impotencia y la injusticia.
Faithfull también explora el idioma de la crítica antipuritana y del canto a la vida ("Witches' Song"), el de la autoafirmación y la relación absorbente ("Guilt", "Brain Drain"), el inglés narrativo ("Ballad of Lucy Jordan"), el de la revuelta social ("Working Class Hero"), y desemboca en el inglés sucio, el de la lasciva y desafiante "Why d'Ya Do It?". El volcán que cierra el disco con un ritmo insistente y eléctrico.
Un cierre apabullante para una obra maestra que viene a ocupar el nicho dejado por el paréntesis que Patti Smith se tomó entre el 79 y el 88. Y para todo ello se vale de rock funky, blues seco y folk de cámara. Todo remozado en teclados, alquitrán y hormigón. El toque urbano. Como la Smith de los últimos 80, pero sin la tontería. Avanzando de alguna forma a la Smith de los 90. La desbordada. Así la espera se hace más llevadera. Marianne toma el testigo y lo hace sobrada. Y de paso se crea un nuevo mito.
★★★★☆
Total : 37:15
El lenguaje de la confrontación, el inglés forzado para ser usado en comunicaciones no deseadas, todo lo descarnado que late en este álbum inigualable me lleva, ya lo he dicho arriba, a esa The Red Badge of Courage con la que Stephen Crane puso del revés un mundo literario que no estaba acostumbrado a declaraciones tan honestas y sangrantes.Con Crane la guerra deja de ser algo heróico y sagrado para que por fin la viéramos como lo que es en realidad: la expresión más abyecta de la ambición y la estupidez humana. En su novela no hay héroes, sino vísceras, no hay testosterona, sino vómito. Y miedo, mucho miedo.
Su ateísmo y su humanismo rezumaron con fuerza en las doce novelas que escribió antes de morir trágicamente de tuberculosis en Alemania. Solo tenía veintiocho años.
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