viernes, 11 de septiembre de 2020

El último hombre renacentista

Franco Battiato

Riposto, ITA, 1945 - Milo, ITA, 2021

Francesco Battiato nació en Sicilia, cosa que lleva a gala y que saca a relucir cada vez que puede en relación a la influencia oriental, más concretamente arábiga, que impregna su música. Algo de Oriente Próximo debe correr en sus venas después de más de 100 años de emirato siciliano. Algo de aventurero también. Ahí está su pasión por los viajes y por el conocimiento. La misma pasión que lo llevó a mudarse a Milán en pos de una carrera en el mundo de la música.

A pesar de sus estudios de conservatorio, de sus muchas lecturas y de su amor incondicional por Karlheinz Stockhausen, sus comienzos se situaron en las antípodas, como intérprete de canción ligera de esos que triunfan en San Remo. Por suerte para nosotros, ni su físico ni sus dotes vocales le auguraban un largo recorrido en la escena, por muy buen compositor que fuera, que ya lo era.

Así, ni corto ni perezoso comenzó a grabar discos alineándose en la sección dura del rock progresivo. Un rock que siempre tiñó de minimalismo, música concreta y vapores protoelectrónicos que a veces podían emparentarse con el krautrock. Tampoco iba a ser esta su reencarnación definitiva.

Poco a poco fue suavizando las aristas de su música y pasándose al pop de autor, la vía más exitosa y conocida por el gran público. Quizás su mejor versión, ya que con la supuesta ligereza de los arreglos, sus palabras podían por fin brillar y maravillar a propios y extraños con su poética personal, filosófica y esotérica, con elementos religiosos y referencias históricas e intelectuales de amplio espectro. Una música que no buscaba al oyente casual, sino al comprometido. Oyentes con una cierta formación y una actitud muy concreta hacia el arte y la vida. 

Y así, prolífico hasta decir basta, ha ido soltando una pléyade de discos y ha cultivado las disciplinas artísticas más variadas. Battiato es un artista que nunca ha estado de moda y nunca lo estará. Un ser humano único. Cantautor, compositor, escritor, cineasta, pintor... Ha hecho de todo y casi todo bien. Por eso hay que atesorar su obra como la de una especie en extinción, como la del último hombre renacentista en tiempos de plástico y consumo rápido.

DISCOS CLAVE (clic en la imagen para más detalles) 

5 "Clic" (1974)

En su cuarto disco se desmarca del rock progresivo que venía practicando o más bien amplía la paleta con toques electrónicos emparentados con Brian Eno (mal que le pese), toques vanguardistas a lo Stockhausen y un romanticismo que le empieza a salir por los poros. Un disco más bien arduo, pero muy necesario para comprender la dimensión del arte del italiano.

 4 Mondi lontanissmi (1985)

Ciertamente este disco no está entre los más reputados ni entre los favoritos para la masa fanática que adora a Battiato. El disco supuso una clara domesticación de su ya masivo synthpop, cosa que le acabó sentando de maravilla a unas partituras maravillosas (olviden la parte central del álbum), entre las que están dos de mis piezas favoritísimas del italiano: "Risveglio di primavera" y "L'animale".

3 L'era del cinghiale bianco (1979)

Una obra fundamental en la evolución perpetua de un artista que se ha pasado su carrera bailando en un equilibrio inestable entre la intelectualidad y la accesibilidad. Aquí se empeña en dotar a su rock étnico de un significado universal sin renunciar a los grandes temas ni al refinamiento estético y conceptual que siempre le han caracterizado. Una piedra de toque llena de belleza y personalidad.

2 La voce del padrone (1981)

Pocas veces hay tanta unanimidad sobre un disco. Esta es la obra maestra de Battiato. El punto y aparte. La destilación perfecta de sus pretensiones cultas y filosóficas entre teclados y música adhesiva y arrebatada. Un disco que mantiene ese punto intrigante que siempre ha caracterizado al italiano y que junto a su inmensa musicalidad lo hacen una obra adhesiva y adictiva hasta el extremo. Si no la coloco en el primer puesto no es por su culpa, eso que quede claro.

1 Battiato (1986)

Hago trampa, lo sé. En el primer puesto coloco todo un recopilatorio de la época dorada del siciliano. Pero lo hago a conciencia, aun sabiendo que no se deben tener en cuenta este tipo de refritos. El motivo, aparte de la selección inmaculada con la que podemos deleitarnos aquí, está en el hecho de que, salvo los seis temas que toma de La voce del padrone (1981), todo lo demás ha sido regrabado o remezclado para la ocasión con la notable inclusión de unas cuerdas espectaculares. Unas reformas a las que nunca he sido muy favorable, pero que en este caso y a la vista de la emotividad que le han dado a cosas como "Prospettiva Nevski" o "L'era del cinghiale bianco", no puedo más que aceptar e idolatrar como el disco más espectacular de Battiato. Un must en toda regla. 

UNA CANCIÓN

De nuevo, unanimidad. Y de nuevo, tengo que rendirme a ese sentir general. Por mucho que me conmueva "L'animale". Por mucho que me haga vibrar "Voglio vederti danzare". Y por mucho que no puede resistirme a la militancia humanista de "Bandiera bianca". No hay más narices que aceptarlo. El ritmo adhesivo, el pop inmaculado y el mensaje de autoafirmación de "Centro di gravità permanente" tienen todas las papeletas para imponerse como la canción más memorable del maestro de Riposto. 

Una canción incontestable, de esas que salen disparadas hacia las estrellas nada más empezar a sonar. Una canción que habla de encontrar nuestro lugar en el mundo y, me parece a mí, que también de la inmovilidad, no siempre positiva, de nuestras filias y creencias más férreas. Muy de nuestro tiempo. Porque en realidad habla de lo que es el hombre desde el principio de los tiempos hasta el infinito y más allá.

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