jueves, 11 de abril de 2024

Analeptic

Painkiller (Judas Priest, 1990) 


HEAVY METAL. La brutalidad metalizada del duodécimo álbum de Judas Priest es legendaria. Por eso uno se sumerge en él con una mezcla de miedo y respeto, los cuales quedan volatilizados o refrendados (según se mire) desde el mismo instante en que esa batería empieza a percutir para noquearnos y hacer que comprobemos aterrados si es verdad que la casa no se está viniendo abajo.

Ese es el gran secreto del sonido de este disco mítico. Un sonido de batería absolutamente avasallador que influye de manera directa en el apocalipsis sonoro en el que nos envuelven los de Black Country. Todo cortesía del nuevo baterista, un imperial Scott Travis y de un más que atinado Chris Tsangarides en la producción. El resultado es un sonido reluciente, en las antípodas del rock crudo de antaño, pero que esta vez en lugar de restar, resulta decisivo para afilar el armamento de los Priest hasta que corte como la mejor hoja japonesa.

No solo la debacle percutiva es lo que maravilla aquí. También, como siempre, el ya mítico juego de guitarras de Glenn Tipton y K. K. Downing y un Rob Halford que con su alarido infinito consigue convertir toda esta obra en una auténtica ópera del averno. Una partitura tenebrosa y ampulosa a partes iguales, la cual tiene sus momentos álgidos en el tema titular, cómo no, unas "Hell Patrol" y "All Guns Blazing" que dejan al oyente grogui y sin capacidad de reacción alguna, o una "Night Crawler" que parece sacada de algún oscuro musical mefistofélico.

No es lo único a destacar en una obra brutal como ha habido pocas. Un disco tan sólido como el acero galvanizado de ese motorista del Hades que lo adorna. Justo el disco que necesitaba el grupo para recuperar la credibilidad dilapidada tras unos cuantos álbumes más que dudosos. Un registro avasallador, imponente y que culminó toda una era para el grupo. Rob Halford lo dejaría aquí y no volvería hasta quince años después. Por supuesto, ya no iba a ser lo mismo. Por eso este disco representa a la vez un pináculo y un epitafio prematuro para toda una forma de entender la música y la misma vida.

★★★★☆

1 Painkiller 6:06
2 Hell Patrol 3:37
3 All Guns Blazing 3:58
4 Leather Rebel 3:35
5 Metal Meltdown 4:49
6 Night Crawler 5:45
7 Between the Hammer & the Anvil 4:49
8 A Touch of Evil 5:45
9 Battle Hymn 0:58
10 One Shot at Glory 6:49
Total: 46:11

Es ponerlo y acordarme de inmediato de ese glorioso "Reign in Blood" (1986) con el que Slayer pusieron el mundo a sus pies casi un lustro antes. Será la barbarie tamborilera que comparten, la iconografía malsana (más atinada y perturbadora en los californianos), ese speed metal del que parecen alimentarse ambas obras aun de manera diferente, o en definitiva ese efecto aplastante que provoca la música y que con solo tres temas te abruma hasta el punto de no poder pensar en otra cosa ni apartar tu atención de ella. Será eso, será el frenesí anfetamínico que se desata. O quizás, simplemente, que no se pueda pasar por alto el hecho de que estemos ante dos obras mayores dentro de un género, en mi opinión, no demasiado sobrado de ellas.

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