"Live" at the Star-Club, Hamburg (Jerry Lee Lewis, 1964)
ROCK & ROLL !!! Existe un falso mito sobre los discos en directo. Un halo de falsa autenticidad y realismo. Eso que dice que ahí es donde podemos apreciar la esencia del artista, su valía. Aquello de que es una forma de revivir un concierto o sentirnos como si hubiésemos estado allí. Y demasiadas veces todo esto resulta ser falso. Ni el sonido enlatado, ni la sospechosa pulcritud de los arreglos consiguen que el producto se aleje del grandes éxitos de turno. Poquita carnaza.
No es el caso en absoluto con esta gloriosa excepción que confirma la regla. Este disco empieza donde otros se quedan. Porque conscientemente o no, Lewis entrega una obra en directo que ofrece ese algo más, ese ambiente, esa virulencia, esa complicidad, esa frescura que la aleja de los, a partir de él, aburridos discos de estudio.
Nada más empezar, el Killer se merienda "Mean Woman Blues" en una de las interpretaciones más diabólicas y torrenciales de la historia. Esta Bestia no podía parar quieta en su asiento. Exactamente como el público, que no deja de corear y gritar. Incluso diría que los estoy viendo menearse como posesos al ritmo de "High School Confidential".
Después de esta demostración de hardcore avant la lettre, de punk añejo, de rajo rhythm & blues y boogie furioso, uno queda exhausto, aunque en ningún momento pida la hora. Ni el oyente, ni el intérprete incombustible, como los Nashville Teens, que consiguen a duras penas seguir el ritmo frenético del Animal. Sin duda alguna, el amo del swing cavernícola y de la tecla del diablo.
Ya empiezo a imaginarme cosas sobre los afortunados que estuvieron esa noche de primavera de 1964 en ese Star-Club de Hamburgo. ¿Quiénes serían? Seguro que a alguno le habían regalado la entrada. Posiblemente ni siquiera era seguidor del pianista. Da igual. Me muero de envidia, y eso lo dice todo de este disco.
El local de conciertos situado en el barrio hamburgués de St. Pauli se acabó haciendo mundialmente famoso en sus escasos siete años de existencia. Su nómina de artistas es brutal, incluyendo a gente como Ray Charles, The Beatles, Bo Diddley, Jimi Hendrix, Cream o Jerry Lee Lewis.
Precisamente los Fab Four fueron banda residente del local en tres ocasiones de abril a diciembre de 1962. Con todos estos fantasmas flotando podíamos esperar que Lewis se sintiera algo intimidado. Claro, podíamos esperarlo si no lo conociéramos, porque nuestro Jerry nunca fue de los pusilánimes.
Y quizás por eso, espoleado por la responsabilidad, salió dispuesto a quemar el local hasta los cimientos. No sé qué demonio lo poseía esa noche, pero lo cierto es que la virulencia con la que se emplea no parece de este mundo. No deja indemnes ni las partituras sagradas de Little Richard o Ray Charles. Todo le acaba perteneciendo, todo le sirve para sus crímenes. Si hablamos de directos, los hay míticos... Y luego está este.
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