MADCHESTER. Ian Brown y John Squire fueron las cabezas pensantes de una banda que venía dispuesta a darle la vuelta al pop de una manera tranquila pero decidida. Dispuestos a hacer lo suyo desde el primer instante, The Stone Roses encontraron su hueco entre las turbulencias de finales de los 80.
Unas turbulencias económicas y políticas, con la convulsión del Este de Europa en primer plano, que fueron el telón de fondo sobre el que los de Mánchester desarrollaron su música, un trasunto carnoso y popero que no renunciaba al ruido ni a los patrones alambrados del rock, aunque siempre para llevarlos a su terreno, una zona más ensoñadora y perezosa en la que todo, ya fuera el wah-wah o la distorsión, estaba en su sitio guardando un orden exquisito.
Es por toda esta perfección, por sonar tan estructurados e inmaculados, que he tardado en tomármelos en serio. Me importaba bien poco la fama que atesoraba este debut, porque confundía todo ese orden casi religioso con tibieza y falta de sangre en las venas. He tenido que sumergirme con la mente limpia para poder apreciar la psicodelia tranquila de un grupo que bate uno a uno a cualquier luminaria dream pop que quiera restregarnos sus ínfulas. En realidad, y eso es lo más importante siempre, aquí hay canciones. En cantidad y de una calidad impepinable. De verdad que no sé a qué estaba esperando para poner a este disco en el lugar de honor que siempre ha merecido. Pero ya no lo bajo, eso lo tengo claro. Creo...
★★★★☆
Las referencias a Jackson Pollock son varias en este álbum. Tanto en su portada como en la de los singles, obras todas de un John Squire que imitaba claramente el estilo del pintor estadounidense, está plasmado el amor del guitarrista (o la banda) hacia su obra.
También, y esto no es tan obvio, en la letra de una "Made of Stone" en la que conectan de una manera bastante misteriosa y casi abstracta su narrativa con el momento de la muerte del artista en ese famoso accidente de coche.
Por último, pero no menos importante, en el libreto de mi edición en CD del disco, John Robb describe los adornos iniciales de guitarra en "I Wanna Be Adored" como goterones de pintura a lo Pollock encima del ronroneo de ese bajo que marca una de las introducciones más gloriosas de la historia. Más claro el agua, ¿no?
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