domingo, 17 de mayo de 2009

Sueños, fotos y besos envenenados

The Cure

Crawley, West Sussex, UK, 1976 - ... 


The Cure se han convertido por derecho propio en una de las bandas más míticas y legendarias de los ochenta a nuestros días. Algo de bueno tendrán a pesar de su estado actual, que podríamos definir entre acomodaticio e insulso. 

La grandeza de The Cure se empezó a forjar pronto. Cuando Robert Smith se unió a Michael Dempsey y Laurence Tolhurst en 1976 para formar Easy Cure supongo que no imaginaban que se iban a convertir en la banda más querida de eso que algunos denominarían posteriormente rock siniestro o gótico. En su primera etapa empezaron con una suerte de new wave con algún momento oscurillo que iría ganando terreno ya desde el segundo disco. Ese fue el momento en el que ficharon a Simon Gallup al bajo, un punto decisivo en la definición de su sonido. Poco a poco dejarían filtrarse un pop que no hacía ascos a influencias aunque siempre con un toque personal claramente definido e impregnado de la personalidad y el maquillaje de Robert Smith.

Tras la edición del directo Concert - The Cure Live (84) se puede decir que Robert Smith y los suyos dieron carpetazo a una época. La búsqueda de nuevas vías se antojaba imprescindible ante fracasos como el desangelado (aunque reivindicable) The Top (84). El que se podría definir como momento más bajo en su creatividad hasta la fecha albergaba algunos hallazgos en forma de melodías pegajosas. Fijándose en la pegada y la belleza de temas como "The Caterpillar" y "Dressing Up", se enfrentaron a lo que sería una vuelta de tuerca definitiva.

Dejando a un lado los singles, entre 1985 y 1990, The Cure editaron tres discos de estudio, un directo y uno de remezclas. En ellos empezaba a tomar fuerza el elemento pop que hervía en las canciones mencionadas, aunque lo siniestro siempre dejaba su huella. Fue una época dorada para el grupo a nivel de ventas y creatividad y fue el momento clave en el que se convirtieron, muy a pesar de Robert Smith, en una superbanda de estadios. Sí, lo íntimo se había perdido para siempre. Aquí se habla ya en términos de grandeza, y por supuesto, pese a quien pese, ese fue el caldo de cultivo para que entregaran su gran obra maestra.

Continuar a partir de una obra capital como fue Disintegration (1989) era una tarea titánica. No es de extrañar por tanto que nuestros amigos entregaran, no una, sino dos obras de transición que se ajustan perfectamente al término como puede ser un disco en directo y otro de remezclas. No es de extrañar tampoco que se esperara de ellos un cambio de timón brusco y contundente. Y este llegó con el tercer disco tras su obra cumbre, Wish (1992). En él se aprecia algo claro: las guitarras han agarrado el protagonismo, lo cual era cuando menos curioso y al principio incluso gratificante. Lo malo del asunto es que al querer prolongar el truco se pierde la gracia. 
 
De ahí que en los últimos tiempos estos Cure rockeros se hayan olvidado un poco de cómo se construían las melodías perfectas que inundan su discografía y se hayan entregado a la insulsez y la sosería más insípidas. En eso andan actualmente. Entre recopilatorios que recuerdan un pasado que está cada vez más claro que no va a volver y discos que ruborizarían a (casi) cualquiera. Este está siendo el testamento cruel e injusto de una banda irrepetible. Pero IRREPETIBLE de verdad.
 

DISCOS CLAVE (clic en la imagen para más detalles)

5 Seventeen Seconds (1980)

Con este disco y la incorporación al bajo de Simon Gallup, los Cure empiezan a explorar las simas oscuras que iban a moldear su disfraz más característico y atractivo. Si el grupo es lo que es hoy en día y sigue teniendo el poder de fascinación que tiene, no es por sus últimos movimientos, sino por un sonido, unas obsesiones y una estética que empezó a forjarse en el disco de "A Forest", "Play for Today" o "At Night". 

 

 4 The Head on the Door (1985)

Su sexto disco fue el reventón comercial que llevaban esperando y mereciéndose ya hacía tiempo. Sobre todo en unos EE.UU. que son los que marcan la dferencia cuando hablamos de alcanzar o no la fama mundial. El título, como muchas canciones, parece que salió de un sueño recurrente de Robert Smith. Una cabeza sobre la puerta que da fe de lo intrigante y misterioso de una obra que conjuga como nunca antes el pop más vibrante con la profundidad de unos abismos menos profundos, pero igualmente vidriosos y turbios.

 

3 Wish (1992)

Seguir a un disco como Disintegration (1989) no es fácil y se puede decir que este álbum que nos ocupa cumplió con creces el reto. Si algo define a Wish, lo repetiremos por enésima vez, es el protagonismo absoluto de las guitarras en su modo más festivo, agresivo y efectista. Algo muy del noise rock y el rock alternativo que lo petaba en los primeros 90. Algo que Robert Smith no iba a pasar por alto. Supongo que Porl Thompson estaría más que satisfecho con el giro de timón.

 

2 Pornography (1982)

Este disco supuso un callejón sin salida. La obra más oscura, despiadada y brutal de The Cure surgió de tiempos siniestros y depresivos y estuvo a punto de acabar con el grupo. Una desazón severa que resuena en cada repliegue de sus guitarras dislocadas, en la severidad de una base rítmica que es como un martillo y en unas letras que parecen escritas desde la agonía más atroz. Todo eso y mucho más es Pornography. Una obra fundamental que no está hecha para todo el mundo, fans incluidos.

 

1 Disintegration (1989) 

Y aquí está la joya de la corona. Un discazo gargantuesco en el que todo lo que era The Cure y todo lo que llevaba aspirando a ser durante más de una década confluyen en un todo de una solemnidad y una perfección asombrosas. En Disintegration la ceremonia y el ritual pueden equipararse a los de cualquier religión mayoritaria. Dogmas de fe vestidos de duda existencial, nostalgia por la infancia y amores rotos en mil pedazos. Ritmos morosos, largos desarrollos, guitarras multiplicadas por el eco y unos teclados de catedral que marcarían un hito inalcanzable. Uno de los álbumes más fundamentales para entender ese apellido, gótico, que se le pone tan alegremente a buena parte de la música más oscura y aspirante eterno al mejor disco de los 80.

UNA CANCIÓN

A veces todo está muy claro. Si hay que elegir la canción arquetípica de The Cure. Aquella que reúne todos los tics que han hecho grande a la banda, no creo que haya nadie en la Tierra que pasara por alto ese "Just Like Heaven" que incluyeran en ese Kiss Me Kiss Me Kiss Me con el que reventaron la banca en 1987. 

Una canción que parece hecha del material con el que se fabrican los sueños. Por su "show me, show me, show me...", por sus teclados beatificados, por su ritmo inconmensurable, pero sobre todo por el lick de guitarra que la adorna y la recorre de arriba abajo. Unas notas serpentinas y tintineantes que serán para siempre lo más Cure que han hecho los Cure. Tienen un saco de clásicos inmortales, impepinables, demasiados como para glosarlos, pero está claro que, aunque yo tengo mis favoritos personales, es justo reconocer que ninguno alcanza a esta pieza fundamental del canon de Robert Smith y de todos los 80 juntos. ¿Y del videoclip? ¿Qué podemos decir de él?

No hay comentarios:

Publicar un comentario